El sonido subrepticio no lo encontrará reseñado en ningún medio, pero
aún así usted ya está enterado de él. Pero hablemos de lo que no es el
sonido subrepticio. Esto no es un espacio para exponer un estado del
arte. Esto no es un espacio precisamente. Tampoco es tiempo. El sonido
subrepticio no es convencionalidad, no hace parte de una red mediática.
No es algo que sea una conspiración de amigos de las instituciones
culturales. Subrepticio no tiene un discurso de amor, subrepticio no
tiene un discurso. Este no es un discurso porque sabemos que los
discursos atrapan y desgastan los cuerpos y las ideas no crecen.
El sonido subrepticio hace parte de la nada, por eso cualquier cosa que
quieran decir de él escapa a las posibilidades. No es un sonido que nos
lleve al enriquecimiento ilícito, porque no es un sonido. No es un
evento para ir, el sonido subrepticio no es una muestra, ni una
investigación, ni un foro. Aquí no hay expertos del tema, ni grandes
teóricos del asunto, no nos interesa adoctrinar. Por eso el sonido
subrepticio no es una doctrina, ni un dogma, ni algo por lo que debamos o
por lo tengamos que morir. No queremos defender sino el hecho que
tenemos derecho a la fiesta.
Tenemos derecho a la subrepción y a la búsqueda de la desestabilización de cualquier eslogan o idea preconcebida. Tenemos derecho a una parte de la nada y a reclamarla cuando se nos venga en gana. Porque no somos borreguitos. Somos un animal desobediente y subversivo. Somos un animal de versos bajitos, de ruidos subterráneos e incendiarios. Amor es para nosotros no otra cosa que el respeto. El sonido subrepticio no es amor, ni se hace con amor; se hace con toda la intención de descontrolar, de mostrar una ruta, las varias rutas de insurrección.
Rodeados de amigos y de enemigos no sabemos quién es quién y no nos interesa saber. Allá afuera no hay nada más que personas que quieren desentenderse de formas y etiquetas, tal como nosotros. No somos organizadores de la nada, no agenciamos espacios, ni cuerpos, ni mentalidades. Al lameculismo, el amiguismo y la amiguería decimos no, no somos eso, ni lo apoyamos. Porque el sonido subrepticio es el resultado de una necesidad que se colma a partir de trabajar como Burros. Declinamos por el disfrute y el placer, hacemos lo que nos gusta. No nos interesa su dinero, seguimos siendo gente de a pie. Gente de a pie pero que repta. Si nos gustara el dinero seríamos narcotraficantes.
Pero no somos narcos; el sonido subrepticio no le gusta el dinero fácil. Por eso no tocamos puertas de ninguna institución del Estado, no buscamos apoyos porque, de verdad, nos autogestionamos; sacamos de nuestros bolsillos cuando hay cómo, y cuando no, nos unimos entre amigos para hacer fiestas. Fiestas que no son un espacio, ni una escena, ni vive de géneros. ¿Quiere saber lo que hacemos con el dinero que logramos captar? Usted está invitado a preguntar.
El ruido se ha institucionalizado, lo sabemos. Es por ende que las manifestaciones por fuera de este círculo se toman como una clara agresión al patriarcado sonoro del valle. Es allí donde toma fuerza la subrepción, como un acto oculto de insurrección ante los modos de operar de los conglomerados culturales. Así que libérese de toda pose y asista al posconflicto sonoro.
Tenemos derecho a la subrepción y a la búsqueda de la desestabilización de cualquier eslogan o idea preconcebida. Tenemos derecho a una parte de la nada y a reclamarla cuando se nos venga en gana. Porque no somos borreguitos. Somos un animal desobediente y subversivo. Somos un animal de versos bajitos, de ruidos subterráneos e incendiarios. Amor es para nosotros no otra cosa que el respeto. El sonido subrepticio no es amor, ni se hace con amor; se hace con toda la intención de descontrolar, de mostrar una ruta, las varias rutas de insurrección.
Rodeados de amigos y de enemigos no sabemos quién es quién y no nos interesa saber. Allá afuera no hay nada más que personas que quieren desentenderse de formas y etiquetas, tal como nosotros. No somos organizadores de la nada, no agenciamos espacios, ni cuerpos, ni mentalidades. Al lameculismo, el amiguismo y la amiguería decimos no, no somos eso, ni lo apoyamos. Porque el sonido subrepticio es el resultado de una necesidad que se colma a partir de trabajar como Burros. Declinamos por el disfrute y el placer, hacemos lo que nos gusta. No nos interesa su dinero, seguimos siendo gente de a pie. Gente de a pie pero que repta. Si nos gustara el dinero seríamos narcotraficantes.
Pero no somos narcos; el sonido subrepticio no le gusta el dinero fácil. Por eso no tocamos puertas de ninguna institución del Estado, no buscamos apoyos porque, de verdad, nos autogestionamos; sacamos de nuestros bolsillos cuando hay cómo, y cuando no, nos unimos entre amigos para hacer fiestas. Fiestas que no son un espacio, ni una escena, ni vive de géneros. ¿Quiere saber lo que hacemos con el dinero que logramos captar? Usted está invitado a preguntar.
El ruido se ha institucionalizado, lo sabemos. Es por ende que las manifestaciones por fuera de este círculo se toman como una clara agresión al patriarcado sonoro del valle. Es allí donde toma fuerza la subrepción, como un acto oculto de insurrección ante los modos de operar de los conglomerados culturales. Así que libérese de toda pose y asista al posconflicto sonoro.
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